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EL OJO DE ODÍN Y EL TEMOR A DAR ALGO MÁS DE NOSOTROS MISMOS

Sacrificio; concepto que ha perdido el papel y el protagonismo que poseía hace algunas décadas. En un mundo donde la satisfacción se encuentra a un clic, a una llamada, a una cantidad monetaria, hablar de sacrifico suena arcaico, absurdo, ridículo. ¿Por qué debemos sacrificar algo cuando aquellos elementos desagradables de la existencia son fácilmente negados o intercambiables hoy en día?

Oídos modernos repudian la idea de sacrificar, la idea de perder. La comodidad y la abulia, que se adueña paso a paso de los espíritus contemporáneos, ha llevado a un estancamiento en las aspiraciones musicales, artísticas, deportivas. ¿Para qué salir a correr cuando mi estrella futbolista lo hace por mí y yo solo debo verla desde la comodidad de mi sillón? Una sociedad del espectáculo, como la nuestra, canta a diario el ver, el observar, jamás el hacer, no compongas música ¿para qué? tu reproductor repetirá las deliciosas mediocres obras que brillan en los primeros puestos de las disqueras. Explorar las capacidades propias, tendencia en desuso, es una excentricidad en un mundo donde solo son desarrolladas aquellas capacidades que fomentan el trabajo, el comprar y la obediencia, lo demás, explorar por cuenta propia, aprender un arte inútil (en el sentido de réditos económicos) leer un libro, etc, son comportamientos de mentes infantiles que aún no conocen las “cosas importantes de la vida”. Nuestra enferma época es capaz de producir miles de aspirantes a Malumas, pero con mucha dificultad produce un aspirante a Da Vinci…

En otras palabras, el camino de Odín invita a poner en tela de juicio eso que llamamos mundo, eso que llamamos hogar. Si dejamos de aceptar pasivamente toda la basura, que inculcaron en nuestra alma desde pequeños, empezaremos a vivir el proceso de desagarro que implica asumir un camino, pequeño y modesto, que podemos llamar propio.

¿Por qué un ojo?

Odín, dispuesto a todo por la sabiduría, entrega su ojo y no se anda con rodeos.  Su ojo es la representación de las pérdidas necesarias para cambiar nuestra senda: dejar un amor que estanca nuestro proyecto de vida, abandonar una creencia que no nos permite contemplar otros cielos, abandonar un hábito que nos condena a ver nuestra decadencia. Los grandes proyectos, las grandes hazañas, siempre, requieren entregar parte de nuestro ser para llegar más lejos de lo que contemplamos. Sin esfuerzo solo es posible un estancamiento perpetuo, un paraíso terrorífico.

En otras palabras, uno de los primeros pasos para cambiar, es el dolor de dejar de ver la realidad como nos la enseñaron a contemplar y como la vemos a diario. Una pregunta sobre todo aquello que hemos aprendido, sobre todo aquello que sentimos y deseamos, surge al momento de empezar a contemplar nuestra existencia desde una óptica diferente, pero este proceso es un desgarro físico y mental, ya que, no existe nada más doloroso que cuestionar aquello que somos, aquello que sentimos, aquello que deseamos. Odín, con su valor, invita a poner en tela de juicio eso que llamamos mundo, eso que llamamos hogar.

 

 

 

 

 

David Gaspar Friederich. A walk at dusk (fecha de creación entre 1837 - 1840)

 

La respuesta contemporánea

Exageradamente idealista hablar de sacrificio en pleno siglo XX ¿Por qué he de sacrificar mi ser, mi integridad, si la felicidad, o la apariencia de la misma, es fácilmente comprable en nuestros días? El pensamiento actual y su obvia crisis, parte de ese desapego por el esfuerzo. La banalidad que campea en cada rincón y esquina, solo ha sido posible gracias a una certeza: no te esfuerces, compra el esfuerzo.

 

El ojo de Odín aún brilla…

La belleza es la entrega, sin restricciones, a las musas del sacrificio. El amor, la vida, el arte (en cualquiera de sus manifestaciones) es una alabanza a Odín. El amor, el amor real, implica dejar de ser el centro de nuestra pequeña jaula y compartir con otro el peso y la alegría de vivir. El laberinto de la vida se camina con pasos, que puedan soportar, los falsos dioses de la tristeza y la alegría. El arte solo perdura, si la obra se construye con la sangre y las entrañas de la experiencia. La experiencia humana, efímera y fútil, solo puede brillar si primero es capaz de hacerse cenizas. El sacrificio es la música con la que bailan aquellos que aspiran a danzar con los dioses. 

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